La presencia de un animal de compañía favorece el desarrollo de los más pequeños, tanto en el plano físico como psicológico.
Son muchos los beneficios que aportan los animales de compañía a nuestros hijos.
Si el niño es el encargado de enseñar al animal, pasa a ser un sujeto activo en vez de ser un sujeto pasivo, involucrándose en el aprendizaje del animal y en el suyo propio, sin él darse cuenta, aumentado su disciplina y su autoestima, al hacerse cargo del animal, teniendo bajo su control la responsabilidad de otro ser vivo, que tiene una necesidades a cubrir: comer, beber, arreglarle la camita, pasearlo, cepillarlo, limpiarlo, etc.
Al asumir el niño el rol del educador, se le da una responsabilidad y su autoestima aumenta. Cuando refuerza o premia a su animal cuando realiza algo bueno, cumplir una orden, y le corrige por hacer algo malo, morder los muebles por ejemplo, el niño abre su mente y se da cuenta, llegando incluso a entender porque sus familiares le apremian o le corrigen por una conducta adecuada o inadecuada, llegando a que aumente la empatía del niño con los adultos, aumentando sus habilidades sociales.
Interactuando con sus mascotas, hablándolos, jugando, acariciándolos, cepillándolos o paseándolos, hace que el estrés del niño y la ansiedad baje.
Hay muchas investigaciones y muchos autores nos han manifestado que entre los animales y los niños se forma un vínculo especial que contribuye al aprendizaje saludable, desde el momento en que tienen contacto con el animal, éste le servirá de maestro, amigo y terapeuta.
Un ejemplo lo tenemos en Guiness, que está realizando una actividad asistida con animales con un niño con transtorno de espectro autista. La actividad va dirigida a enseñar al niño a caminar a través de una perrita, correctamente por la calle, reduciendo las conductas de fuga que suele tener, con un éxito sin igual.
Por todo ello, todos los niños deberían crecer junto a animales de compañía para un mejor desarrollo físico y psicológico.
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